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La Punta: Años Maravillosos

 

 

 

Pocos lugares en el litoral peruano reúnen tanta gracia y encanto como irradió La Punta entre las décadas del '20 y '40. Pero su belleza es fundamentalmente natural, es decir, ajena a la civilización, como lo planteara el cronista jesuita Bernabé Cobo, en 1636: "playa limpia de cascajo menudo sin rocas ni anegadizos".

Sin embargo su fama tardó en llegar. A mediados del siglo XIX se establecieron los Baños de La Punta. Y tal fue su éxito, que la Beneficencia Pública del Callao recibió como donación rieles con el objeto de que estableciera una vía de tracción animal.

En 1894, se autorizó a la Empresa del Ferrocarril Inglés para extender su servicio hasta el caserío de La Punta. Al año siguiente llegó el primer tren a lo que ya era un concurrido lugar de veraneo.

Los elementos estaban perfectamente conjugados para que el balneario se convirtiera en distrito en 1915: limpieza y variedad de temperatura en el agua de sus playas, servicio de ferrocarril desde Lima, agradable brisa marina y elegantes construcciones alrededor de su plaza.

Y su embellecimiento no cejó. Años más tarde, La Punta se contagió del esplendor arquitectónico limeño, desarrollado durante la segunda presidencia de Leguía.

Imágenes de casas de glamoroso estilo se confunden, en estos años maravillosos del distrito, con el perfume del jazmín, y el rugido traqueteante del tranvía, recorriendo sus calles principales. Damas distinguidamente ataviadas llegaban en las mañanas brillantes de verano, con caballeros distinguidos hasta los cambiadores, para lucir después los seductores maillots, aquellas piezas de baño que encendían la imaginación de los adolescentes.

Y aún hasta hoy, sus construcciones primorosas que vencieron el tiempo, son estancias dulces donde se disfruta de una brisa transparente y un navegar sublime de fantasía. Y las calles, donde quizá sea posible aún percibir un lejano eco de fiestas de disfraces, niños corriendo por el malecón, y parejas de enamorados huyendo de miradas indiscretas.
"El sol de La Punta es débil e irradia repetida eternidad, como un murmullo fantástico en querellas de muchachos y graznidos de pelícanos y gaviotas", escribe Guillermo Chirinos Cúneo. "Es todo un mundo estético y lleno de misterio que regocija al visitante, dejando una estela de satisfacción"

Por J.D. Hoefken
Año II/Número9 , Página 54 51
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