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La Costa:Rapsodia en Azul

[Nidos de Guanayes]
Foto:Alejandro Balaguer

 

 


[Guanayes]
Foto:Alejandro Balaguer

 

 

 

[Penascos]
Foto:Alejandro Balaguer

Si pudiéramos montar como los pájaros sobre los vientos alisios que recorren los 3,080 km del litoral peruano, veríamos a los acantilados contener a las rabiosas olas del mar y a las playas bañarse con prusias, turquesas y ultramares.

Y en ese inmenso Océano Pacífico que baña la costa recorrida por la fría Corriente de Humboldt, 28 islas y 124 islotes parecen salpicados al azar: de ellos 66 se distinguen blancos desde el cielo, como si fueran picos nevados de cordillera. Es el reino de las llamadas aves guaneras, cuyo excremento de olor amoniacal ha sido utilizado desde la época preincaica como un rico fertilizante para la agricultura. Pero no sólo la Corriente de Humboldt ha forjado el ecosistema marino, sino también los afloramientos de agua de baja temperatura, ricos en nutrientes -cuando la Corriente del Niño no hace travesuras- lograron convencer a las aves (ante tan prolíficos y deliciosos cardúmenes) de hacer en estas formaciones insulares su hábitat natural.

Amanece. Los pelícanos desperezan sus pesadas alas, los piqueros dan vueltas en el cielo para lanzarse como flechas contra el agua en busca de la pequeña y abundante anchoveta y los negros Phalacrocorax bouganvillei, llamados -en honor al guano- guanay, por los indígenas, atienden la salida del sol mientras anidan en la superficie plana del islote. Estas especies, típicas y endémicas de la Corriente de Humboldt, son las mayores productoras de guano; sin embargo, a menudo reciben la visita de lobos marinos, pinguinos, rayadores, chuitas, zarcillos y gaviotas.

El clima particular de la costa, de vientos moderados, la ausencia de lluvias -apenas una tímida llovizna- y los constantes rayos de sol permitieron que las sucesivas capas de guano formadas desde tiempo tan antiguo como la civilización egipcia, lograran en algunas de estas islas un espesor de casi 150 metros de altura.

Fue en el año 1802 cuando el geógrafo y naturalista alemán Alejandro von Humboldt llevó algunas muestras de guano a Europa para analizarlas, pero recién en 1840 el barón de Liebig demostró la excelencia del guano como fertilizante. A partir de entonces el Perú -aliviado porque los conquistadores españoles, deslumbrados por el oro y la plata, no habían reparado en esta inusitada fuente de riqueza- comenzó a exportarlo hacia Europa, sacando de apuros a la Hacienda pública. Con la venta de casi toda la producción de guano -calculada en 40 millones de toneladas- Perú pudo pagar la deuda externa e interna de entonces, construir obras públicas y grandes ferrocarriles.

Las primeras islas en explotar fueron las de Chincha, que tenían los mayores depósitos. Luego, cuando se consideró que estaba agotado, comenzó la extracción en las islas de Lobos, Guañape y Macabí. Allí se descubrieron, algunos metros guano abajo, cientos de objetos prehispánicos, huacos de oro y plata macizos, ídolos y utensiliosos de madera chonta, finas herramientas de metal para tejer y grandes telas de algodón; hoy exhibidas en los museos de Hamburgo, Alemania.

Sin embargo, de los hallazgos más importantes sólo se salvaron algunas crónicas ...»en 1867 en la isla de Chincha y Guañape se encontraron varios cuerpos de mujeres sin cabeza cuyos pechos y costillas estaban cubiertos por delgadas láminas de oro».

Quizás los pelícanos de entonces y las aves migratorias que espiaron al pasar, entendieron mejor a las culturas Chincha y Chimú que los mismos operarios del guano, quienes vendieron el oro y tiraron los cuerpos decapitados al mar. Para estas civilizaciones preincaicas la fertilidad estaba ligada a la tierra y a la mujer, por ello practicaban en el guano sacrificios de doncellas ofrecidas al sol, enterrándolas en las islas, sus cementerios sagrados.

El guano se agotó en 1870. Desde entonces las aves guaneras solo son molestadas cada siete años por las cuadrillas de hombres que, con cernidores y costales, van limpiando primero las plumas y aves muertas, para luego, con pico y pala, extraerlo hasta que asome nuevamente la roca de los islotes del litoral.

Terminada la campaña guanera, las aves volverán a su tranquilidad natural, produciendo el rico fertilizante que a pesar de la modernidad, hoy se sigue utilizando en la agricultura.?endofarticle.gif (44 bytes)

Por Veronica Saenz Porras
Año I/Número 5 , Página 28
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