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Rumbos Lejanos: Travesía peruana en el Himalaya

Entre setiembre y octubre de 1998, Perú 8mil–Expedición Himalaya (conformada por cinco peruanos amantes de la libertad y la aventura) estuvo en el macizo del Annapurna (Nepal). Este circuito es la travesía más completa para conocer a fondo la variedad cultural, ambiental y de montaña de esta región del Himalaya, y también para experimentar el Namasté (saludo al dios que hay en ti).

© Ernesto Málaga

Monasterio budista en las alturas de la ciudad lítica de Manang. © Renzo Uccelli

Nepal es un pais culturalmente fascinante, pero también uno de los más pobres del mundo económicamente. © Renzo Uccelli

Ceremonia de purificación en el templo hindú de Pashupatinath, junto al río Bagmati.© Renzo Uccelli

Vertiginosa Pared Sur del Annapurna (8,091 m.s.n.m.); una de las escaladas más peligrosas del Himalaya  © Ernesto Málaga

El grupo expedicionario en el paso de Thorong La (5,416 m.s.n.m.). © Renzo Uccelli

Aproximación al Santuario del Annapurna (8,091 m.s.n.m.), en el centro del Himalaya.© Ernesto Málaga

Primeras dificultades idiomáticas al salir de Katmandú. © Renzo Uccelli

Amancer en la cordillera del Himalaya, el grupo de montañas más alto del mundo. © Ernesto Málaga

Niña Sherpa girl  © Renzo Uccelli

Lajas de piedra al pie de las montañas; importante manifestación religiosa del budismo. © Ernesto Malaga

Banderas al viento, constante símbolo de oración budista.© Renzo Uccelli

Instrumentos de oración localizados a la entrada y salida de cada pueblo.© Renzo Uccelli

El autor del texto cruzando uno de los innumerables puentes colgantes de la ruta. © Renzo Uccelli

La majestuosidad del Himalaya desde una inhóspita cumbre a 8,000 m.s.n.m. © Roberto Montovanni

Iluminados por la luna llena en el campo base del nevado Annapurna (8,091 m.s.n.m.) © Ernesto Málaga

Moscú, plaza roja, casacas verdes y una lluvia otoñal. Así de raro comenzaba nuestro retorno de Nepal, del Annapurna y de los contemplativos ojos de Budha. Con una sensación de tregua, de ruptura, que al final no lograría conciliar el hecho de haber estado tan lejos y tan cerca de una aventura, en pleno fin de milenio.

Nuestro vuelo de enlace rumbo a Lima nos detuvo tres costosos días en esa imponente ciudad, que aprovechamos en recorrer con un aire (y una "pinta") distintos, aire de montaña y de nostalgia apurada. El tiempo había sido objetivamente corto.

A través de las veredas del Kremlin y el extenso bosque amarillo del parque Gorki, retorné al dolor de mi rodilla y, por él, a los verdaderos días de octubre. A otro reino.

El Techo del Mundo

Al relatar esta travesía por Nepal y la cordillera del Himalaya dejaré que falten palabras en un acto, a la vez, voluntario y obligado. Trataré de no sobrepasar los bordes de mi propia narrativa y de lo que fue en relidad un inolvidable viaje de equipo. Comenzaré, por tanto, en este difuso cuento con lo que me queda más claro: gracias Renzo*, Pichón, Hugo y Aldo…¡acabemos de una vez con esta farsa!

Ni siquiera hoy sé bien qué día comienza nuestra travesía por el Himalaya, por El Techo del Mundo. Pero tengo conciencia de que esta experiencia iniciática nos haría comprender mejor que hay un techo en cada mundo, y eso es difícil de abordar, sobre todo ahora que pensamos seriamente en el retorno.

De todos modos, la puerta a nuestro destino se abría en el aeropuerto Thribuvan, en Katmandú, capital del reino de Nepal ( una palabra más y parece una leyenda). L, donde llegábamos con la idea de hacer la primera aproximación por los territorios de montaña himaláyicos, y con la emoción de habernos quitado el estigma del inalcanzable continente asiático.

Katmandú parecería la perfecta obra viva de Shiva, el dios hindú de la creación y de la destrucción. E, en

esta ciudad se nace y se muere cada día con una vitalidad espiritual que contiene, en un mismo mosaico, tanto la mágica riqueza cultural y natural, como las condiciones de pobreza más agudas del planeta.

Era geográficamente inevitable que Nepal se convirtiera en un importante centro de intercambio entre China, Tíbet y la India. Este reino fue recién abierto al mundo en el año 1951 por el rey Tribhuvan de la dinastía Rana, cuyo nieto, el rey Birendra, gobierna hoy.

Nos encontrábamos en su centro, Khatmandú. Pero para nuestra exploración habíamos escogido algo aún más interior, el corazón, el macizo del Annapurna (8,091 metros sobre el nivel del mar).

La cantidad y variedad de aventureros a lo largo del camino es impresionante. Sin embargo, las características del recorrido por las distancias y la disposición de los albergues en la ruta permite que cada quien diseñe su estrategia y encuentre sus ritmos. Al final uno termina jugando con el destino, burlando a la casualidad, y encontrando extraordinarios e inolvidables compañeros de aventura.

El lenguaje es de piratas. Se entiende a través de la complicidad de quienes viajan de verdad, una sonrisa o una señal de aliento pueden abrir y cerrar diálogos intensos, completos. Muchos dominados por esa rara certeza de no volverse a ver. Así, no vale guardarse nada para el día siguiente.

De los registros del control de Bhul Bhule, nos quedamos con el curioso dato estadístico de ser el primer grupo de peruanos que hacía la ruta, y del camino, con la alegría de la gente a nuestro paso.

La empatía de los "cinco cholos en el Himalaya" dejó una imagen imborrable, amén de las cinco cervezas de rigor en casi cada refugio. La buena e inagotable energía, tanto hacia dentro del grupo, como hacia el rededor, marcaron nuestra relación con la gente. Y nos dejaron una sensación de haber estado disfrutando en nuestro medio.

Es difícil para los ojos y para el cuerpo llegar a esta región y percibir completamente el exilio. Bajo la mirada atenta a mis pies de barro, sólo entra al viento en mis pensamientos y puedo sentirme caminando en el mundo. Realmente pude estar en cualquier camino inca esperando una recua de llamas que me obligue pisar el borde del sendero.

El Estado y el turismo en Nepal

Detrás de la precaria infraestructura de las oficinas, se administran los permisos y los registros de los aproximadamente 250 mil turistas que llegan a Nepal cada año, en busca del místico encuentro entre culturas, deidades y escenarios naturales

En los últimos 25 años Nepal es el centro mundial del turismo de aventura. Esta explosión a puesto en jaque las perspectivas del reino con respecto a sus recursos, los que están compuestos básicamente por frágiles ecosistemas de montaña, poblados y trabajados por castas rurales que intentan un difícil equilibrio productivo y social.

El reto es poder manejar, de una forma racional, una actividad turística que se ha convertido en la alternativa más eficaz de diversificar la oferta productiva y el ingreso de un país con muchas limitaciones.

El ingreso per capita de Nepal es de 150 a 200 dólares al año en promedio. Un porteador de media montaña puede ganar 10 dólares por día y un sherpa de alta montaña puede ganar en una expedición 1,500 dólares (o puede morir en el intento).

Cerca de 10 mil mochileros en busca de aventura caminan por el circuito y el Santuario del Annapurna cada año. Una relación de uno a cinco con respecto a la población local, proporción que trae un innegable beneficio en tiempo real, pero que pone en jaque el equilibrio ambiental y sociocultural de esta zona en un plazo más largo.

Mirada en el otro

–– Where are you from mister?…italy,…spain,…

–– No. Perú , do you know Perú?

–– Aaahh…Péruuu…Gonzálo, President Gonzalo, Ssenderuu

–– No. Fujimori, President Fujimori

–– Aaahh…Japan Embassy…

Diálogo habitual con pobladores nepalíes, desde porteadores hasta oficiales públicos, quienes tienen esas dos imágenes de nuestro país. La primera, fruto de la influencia maoísta que comparte un grupo rebelde local con Sendero Luminoso. La segunda, fruto de la televisión por cable. Ambas distorsiones de la globalización.

Es una oportunidad que invita a preguntarnos por nuestras cordilleras, por nuestros ecosistemas, por nuestra gente, por la oferta turística y por la imagen de un Perú sorprendentemente familiar al espacio, en que las aventuras de este relato quedan atrapadas.

Es una mirada en el otro, en lo otro. Es por eso que es un viaje, es por eso que el tiempo se torna circular como burbujas (una dentro de otras, ascendiendo), es por eso que repito una y otra vez la misma canción en el disco, ubicua sensación de estar en todo los momentos y lugares a la vez.

Viajar amplía el espejo de la vida a través del cual nos vemos, nos conocemos y reconocemos en el otro, en lo otro. Esta travesía estuvo cargada de esos elementos y de esos encuentros. Y eso nos desnuda individualmente, pero también –y sobre todo– colectivamente, en términos de país, región, tercer mundo.

Quizá sea la tara del geógrafo o la suerte del que se acerca a la montaña o al mar. Vuelvo a la incógnita, al nudo infinito que se burla del tiempo. Y quedo mirando en la pantalla las palabras que dejé en Nepal.

Los invitamos a través de Rumbos a que nos acompañen y a que vivan sus pequeños himalayas en este largo camino que emprendemos al techo del mundo.

* "Renzo era un aventurero de corazón, un tipo sencillo de gran sentido del humor, recorrió los rincones más remotos de esta hermosa tierra, cámara al hombro dejándonos un legado de extraordinarias imágenes. Admiraba su trabajo... Renzo, descansa en paz. "   En el Recuerdo por Beto Santillan.

Por Ricardo Blarezo and Renzo Uccelli
Año /Revista 15 , Página 72
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