La paz definitiva firmada por Perú y Ecuador
atrae miradas hacia dos pueblos que en realidad constituyen uno. ¿Se trata de un
capricho? No. Sucede que la América andina es una continuidad histórica, geográfica,
cultural y ecológica.
Decía Víctor Andrés Belaúnde que si todos los pueblos latinoamericanos son hermanos, Perú y Bolivia son hermanos gemelos. Debido a un largo malentendido que por fin terminó, esta frase dejaba de lado a Ecuador. No solamente nos liga la extensa cordillera andina que crea la misma variedad de micro-climas y la misma subdivisión socio-cultural, sino que los eventos históricos están íntimamente ligados -si acaso no son los mismos-. Además, las mismas lenguas se reparten por nuestros territorios, y vecinos o compartidos asentimientos humanos precedieron la llegada de la unidad definitiva creada, primero, por los quechuas del Cusco en el Tahuantinsuyu y luego por la posterior invasión española. Toda ello ha generado un mismo espíritu, un mismo genio apenas matizado por los regionalismos inevitables. Un breve recorrido por la historia, la creación artística, la fauna y la flora, nos permitirán reconocer tales correspondencias.
La historia Desde que se deshiciera el inmenso primer virreinato del
Perú -que abarcaba casi toda la América del Sur Española- idas y vueltas en las
delimitaciones fronterizas entre el flamante virreinato de la Gran Colombia y el del Perú
fueron haciendo perder de vista el mismo ciclo histórico. La llegada de la independencia
inició, contra todo pronóstico, la división: dos historias empezaron a narrarse, un
pueblo se convertía en dos. No obstante, la larga franja costera peruana, las alturas de
los andes del Perú fueron procreando altas culturas a lo largo de los siglos, de la misma
manera que ocurría en el territorio del actual Ecuador. Pero más aun, los intercambios
en el área andina encuentran en una concha de labios encarnados, la Spondylus princeps,
proveniente del sur del Ecuador, el mismo ardor de riqueza que una piedra amarilla
despertaría en los invasores europeos siglos más tarde. La gran expansión incaica,
originada en el Cusco por el pueblo quechua, fue creando, por obra de las armas y la
persuasión, el más grande imperio de América. Para ello, fueron conquistando a chancas,
chimúes, tallanes y otros más, en el actual territorio peruano, y también a caras y
cañaris entre otros del actual territorio ecuatoriano, en una misma sucesión de
acontecimientos. Tal como lo habían hecho con los aymarás de la actual Bolivia. Los
cusqueños hallaron en las nuevas tierras conquistadas por Huayna Cápac un lugar de
predilección, sin duda por lo atractivo del territorio, la importancia de la conquista y
la relación del Inca con la hija del último rey quiteño, Paccha. La espléndida
Tumibamba da testimonio de ello. Es de suponer que la posesión del territorio donde
florecía la preciada concha spondylus era, asimismo, un argumento de mucho peso para tal
predilección. Sorprende comprobar hoy en día, la gran similitud entre el quechua que se
habla en la sierra ecuatoriana y el que se habla en el Cusco. Fue, sin embargo, un imperio
apenas constituido el que permitió a una centena de aventureros dividir para reinar. La
división del Tahuantinsuyo entre el cusqueño Huáscar y el quiteño Atahualpa era un
elemento más que se sumaba al gran resentimiento acumulado de tallanes, huancas, chancas
y otros pueblos entonces humillados por la invasión cusqueña. Jugaron mal a la política
los diversos reyes y curacas del extenso territorio, y terminaron presos de sus presuntos
liberadores. La unidad del Tahuantinsuyo fue desplazada por la unidad forzada impuesta por
los barbudos, que, esta vez, incluiría con vigor al extenso territorio amazónico. Un
inmenso virreinato fue obligado a tener una sola vía de entrada y de salida: el Callao.
Los austrias en el poder en las españas -como llamaban a su tierra entonces- crearon el
boato y el esplendor de una Lima que se hizo famosa por albergar riquezas, palacios,
noblezas, templos y santos en abundancia. Una Lima que impregnaba de su influencia a todo
el territorio que gobernaba, incluidas las tierras que atraviesa la línea ecuatorial.
Pero eso no impedía que otros centros desarrollaran sus propias formas de expresión o de
comercio. Curiosamente, la pintura, la escultura en madera, el tallado y la artesanía
hija del mestizaje hallaron en las escuelas cusqueña y quiteña dos importantes
parangones. Los borbones en el trono de Iberia, se vieron obligados por la fuerza a
desmantelar el gran virreinato en pleno siglo XVIII. Entonces, se quiebra el espinazo de
la unidad andina. Parte de la actual tierra ecuatoriana mira hacia la Nueva Granada,
mientras que la otra va y viene entre la dependencia de Santa Fe de Bogotá y la de Lima.
La independencia que es obra de los hijos de los españoles, obvia definitivamente la
vieja unidad andina y olvida a los pueblos amazónicos. Los caudillos que suceden a los
titanes, como Bolívar, Sucre, San Martín o Santa Cruz, se encargan del resto. Aparecen
los nuevos países, las disputas entre hermanos en medio de realidades virtuales llamadas
fronteras. La paz, entonces, desde la perspectiva de la historia, aunque llega con mucho
atraso, permite abrir los ojos y rediseñar el futuro. La ecología La continuidad del territorio andino ha procreado la misma o similar dieta a todo lo largo y ancho de la costa, sierra y selva del viejo Tahuantinsuyo. La misma fauna, y los mismos sistemas de riego y cultivo según las regiones. Hoy incluso, las fronteras son vivo ejemplo de esa continuidad. Las comunidades de Perú y Ecuador que comparten la proximidad de la frontera están ligados por lazos de sangre y parentesco; los mismos apellidos se repiten. Y lo que sucede con los hombres, con mayor razón sucede entre plantas y animales que sólo obedecen a las leyes de la adaptación para la sobrevivencia. Así, el maíz, los tubérculos en grandes variedades (papa, olluco, camote, etcétera), la coca, y la cría de auquénidos, por citar algunos ejemplos, constituyen patrimonio de toda el área andina. Pero se concentran sobre todo en lo que son los actuales territorios de Ecuador, Perú y Bolivia. La Corriente del Niño, cuya influencia es predominante en el Ecuador, permite a su tierra y a la costa norte del Perú un clima más bien cálido, que varía conforme surgen los primeros trazos del desierto costeño, pero la influencia de la Corriente de Humboldt, fría y cercana, tiñe de gris el mar peruano y lo llena de peces a pesar de estar en pleno trópico. Las diferentes alturas desde las costas peruana y ecuatoriana que se producen cuando el suelo se empina en la cordillera andina, y desciende luego gradualmente hacia la floresta amazónica, generan variedad de micro climas que producen diversos procesos de adaptabilidad y -en consecuencia- distintos productos, como las cerca de ciento veinte variedades de papas oficialmente reconocidas o la diversidad de pelaje entre auquénidos de la misma especia. La gente olvidada Presentida, cuando no conocida, la vida en el Ecuador tiene similitudes tan extraordinarias con el Perú que quizá diferencias de criterios de tantos años terminen por desvanecerse más pronto de lo previsto. La historia, la naturaleza y la necesidad obligan a la convivencia a dos países constituidos por un mismo pueblo. Y muy pronto, la apacible y seductora belleza de Quito deberá integrarse en un sólo circuito a la majestuosa presencia del Cusco, con Lima o Guayaquil de por medio, y La Paz al otro extremo. Roto el maleficio, el eterno retorno obra su magia para el reencuentro andino y amazónico consigo mismo. Más allá de las quimeras malignas de todos los lados, que perdieron definitivamente la guerra, surge el deseo profundo de los pueblos que se subleva e impone su voluntad de paz. Vuelta a la otra página, es otro futuro el que aparece. |
Por David Roca Basadre
Año /Revista 14 , Pagina 24
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