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Tarapoto, vereda tropical


Foto: Carlos González.

 


Foto: Renzo Ucelli.

 

 


Foto: Carlos González.

 



Photo: Carlos González.

 

 

 


Photo: Mylene D'Auriol.

 



Photo: Roberto Fantozzi.

Tarapoto no es la capital de departamento de San Martín. El título se lo lleva Moyobamba por haber sido fundada anteriormente. Pero el empuje de esta ciudad enclavada en el verdor de la Selva Alta, la hace meritoria para llevarse la palma. Centro comercial en continuo movimiento, enclave de industrias en auge como la agropecuaria, la minera, maderera y de productos de pan llevar, su riqueza principal estriba en la exuberancia de su suelo, sus frutos tropicales y en el atractivo que ofrece la naturaleza para el turismo, actividad que convierte a Tarapoto en algo así como un paraíso al alcance del viajero.

Este se hace realidad desde que se aterriza en el aeropuerto que tiene un movimiento o tránsito aéreo en aumento (el acceso desde Lima por tierra es poco recomendable). El clima húmedo y la temperatura relativamente alta (puede alcanzar los 32 grados) le recuerda al turista que se encuentra en la ceja de Selva, región surcada por los grandes ríos como el Huallaga y el Alto Mayo, tributarios del Amazonas junto con el Ucayali. Pero también zona adornada por infinidad de lagunas o cochas de aguas tranquilas que invitan a la zambullida refrescante. Además, no perderse el espectáculo de las cataratas cercanas como las de Ahuashiyaco a 40 minutos de Tarapoto.

La aventura comienza tras un descanso en el hotel (los hay para todos los gustos y bolsillos). La visita al pueblo de Lamas, ubicado a unos 30 km. de Tarapoto, es una experiencia imprescindible: ubicado en tres pisos a desnivel, este núcleo humano de origen quechua afincado en esta región preamazónica, resulta sorprendente tanto por sus orígenes como por lo pintoresco de su vestimenta y sus costumbres. El caserío serrano depara más de un asombro al visitante. Allí podrá adquirir en algún chiringuito -de la mano de un niño lama obsequioso- objetos artesanales como quenas, collares de huayruros o figuras de madera de ingenuo gusto. Para el recuerdo.

Por la Marginal

Tarapoto comenzó a respirar hondo desde que hace ya algunas décadas se inició la Carretera Marginal que unió a los pueblos principales entre sí por un camino transitable y asfaltado en una región donde las lluvias convierten las vías de comunicación en lodazales. Hoy es un placer dirigirse hacia Puerto López, a orillas del río Huallaga.

Allí espera un transbordador ("ferry-boat" criollo que le dicen) que es una chata de tablones unidos sólidamente entre sí, con motor fuera de borda donde el auto, el jeep, el camión, el ganado, los viajeros o un enjambre de niños nativos según sea la ocasión, atravesarán el río hasta la otra orilla en corta travesía realmente deliciosa. A no perdérsela. El destino mediato será la Laguna Azul o Sauce.

Por un camino ripioso y de curvas inquietantes se recorren los 12 km. que faltan para llegar a Sauce, un villorio a orillas de la mansa Laguna Azul. Puerto Patos está listo para acoger al molido viajero en bungalows de rústica pero perfecta comodidad. En el muelle se mecen barcazas e implementos todo-deporte acuático. Atardecer y amanecer son dos postales de una sola e increíble maravilla.

Navegar por la Laguna Azul es contemplar un espejo en cuyas aguas viven diversas especies que invitan a la pesca. Hace algunos años en una de las orillas de la Laguna se construyó un balneario exclusivo de efímero éxito. El accionar terrorista asoló la región y de ese intento sólo quedan los escombros de las atractivas cabañas. Hoy, restaurada la paz, la Laguna Azul recobra su augusta y serena belleza.

Después de navegar unos 5 mil metros por la laguna, se llega a una caleta. De ahí, a pie, por un sendero trepador, se desemboca en otro paraíso: Lago Lindo o Sunicocha. La invitación a un baño es irresistible.

Año II/Número10 , Página 42
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