Lago Titicaca:: Visión de Dioses
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Es el espejo
de agua más elevado y extenso de América del Sur. El único navegable a semejante
altura. Por la larga vida del Titicaca (Puma de Piedra) han pasado millones de años. En
él se suman todas las edades que han moldeado y definido las obras y los hechos que los
hombres emprendieron en el mediodía americano. En ese lapso que se remonta a cerca de 2
millones de años, su cuerpo de agua fue más grande y abarcó espacios hoy cubiertos por
salares y territorios yermos. El paisaje que protege al Titicaca y que se consubstancia con el lago, al que Arnold Toynbee calificó deslumbrado de "visión de dioses", es el espacio de la altura plana y de las grandes praderas donde la cultura del frío y de la papa reinan, y han producido, aún en nuestros días, un centro de influencia visible en todo el entorno sur del país. Al Titicaca se le atribuye el origen de las civilizaciones
andinas, porque desde el mito o la realidad, (la pareja Manco Cápac y Mama Ocllo
emergiendo de las aguas) proyecta diferentes desarrollos históricos, que tuvieron en el
incario su punto cimero. Los incas asimilaron los aportes agrícolas, ecológicos, de
lucha contra el ambiente hostil y de construcciones líticas con técnicas e instrumentos
producidos en el altiplano. De ahí proviene el mito. Las Islas Taquile y Amantaní son ejemplos notables de vida asociada y comunitaria, que exhiben valores de reciprocidad y complementariedad a través de la proyección social de su artesanía textil y de su cantería labrada, discontinuados en otros lugares del Perú que no son estrictamente andinos. El encanto de Taquile Esta es una comunidad autóctona de unas 1,300 habitantes que viven todavía dentro de las tradiciones del siglo XIV según los principios de la vida incaica. Aquí, sin tener en cuenta el curso del tiempo, han
subsistido las tres reglas de oro del Imperio del Sol: Ama suwa, Ama quella, Ama llulla
(no robes, no seas holgazán y no mientas). El contacto con las otras civilizaciones no ha
podido destruir la profunda identidad del Incanato. De su pasado tormentoso, los habitantes de la isla conservan la determinación y el coraje de afrontar todas las adversidades con un humor constante y jovial. Pues si existe una característica fundamental en Taquile, ésta es sin duda la alegría de vivir, el buen humor, la sonrisa y la ayuda mutua. En Taquile no hay aviones, no hay camiones, no hay tampoco autos ni motos. Es a pie, bordeando los pequeños senderos de piedras alineadas, que el visitante se deja impregnar por este sorprendente ambiente que envuelve la isla. La principal característica de la isla reside, probablemente, en el hecho de que ha conservado a través de los siglos, un gran número de costumbres de la antigua población lacustre, como una vida comunitaria donde todo se comparte, una artesanía excepcional y única en su género, las danzas, y músicas tradicionales, conservadas en toda su pureza. La naturaleza ha sido igualmente generosa con la isla. La vegetación silvestre se ha visto enriquecida con eucaliptos y cipreses traídos por el hombre en la década de los '50. Estas especies se adaptaron a las condiciones climáticas de la región. En las aguas que rodean Taquile, crecen las cañas de totora y en las laderas, la gramínea conocida como ichu que sirve tanto para el alimento de las ovejas como para confeccionar los techos de las casas. |
Por Hernán Cornejo & Christian
Nonis
Año II/Número10 , Página 06
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