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Camino del Inca

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POR LA ANTIGUA RUTA A CAMINANDO A PASO FIRME MACHU PICCHU DURANTE INOLVIDABLES CINCO DÍAS, COMPARTIMOS LAS AVENTURAS Y DESVENTURAS DEL LONGEVO GUÍA QUE DESCUBRIÓ EL CAMINO DEL INCA Y ENTABLAMOS AMISTAD CON LOS HUAYRUROS, VITALES PORTEADORES SIN CUYO APOYO NUESTRA TRAVESIA HUBIERA FRACASADO. DE ESTA FORMA HICIMOS REALIDAD EL SUEÑO DE LLEGAR A LA CIUDADELA PERDIDA, EXPERIMENTANDO EL ESTIMULANTE DESAFIO DE DOMINAR LAS CUMBRES A TRAVÉS DEL PASADO INCAICO.

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Foto: Alejandro Balaguer
"Mire estimado amigo, nadie conocía el Comino del Inca hasta el primer día de ayo de 1960 cuando lo descubrimos. Sí señor, llegamos o Machu Picchu dos días y edio después, para ser recibidos casi como héroes"

 

 

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Foto: Alejandro Balaguer
Porteadores Huayruros compartiendo hojas de coca antes de nuestra partida rumbo a las ruinas de Llactapata

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Foto: Alejandro Balaguer
Espectacular escalinata bajando del abra Warmiwañusca

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Foto: Alejandro Balaguer
Cual nido de cóndores, las ruinas de Runcuracay dominan el abismo.

 

 

 


Foto: Alejandro Balaguer
Machu Picchu

 

Rumbo a Huayllabamba Así comienza el diálogo con el guía Alfredo Sánchez, de 66 recorridos años, conforme marchamos bordeando el río Urubamba más allá de Chilca, en nuestra primera jornada.   "Nadie conocía el camino. El primer día íbamos igual que ahora, andando rumbo a río Kusichaca, y luego subiendo la quebrada, hasta Huayllabamba. En adelante, como le digo todo era misterio. Los comuneros no sabían que cosa era Machu Picchu."

Mientras Don Alfredo explica cómo descubrieron el Camino del Inca voy  fotografiando los geométricos campos de papa del Urubamba, conocido por los antiguos hombres del Valle Sagrado del Vilcanota.

A poco más de tres horas y media de caminata nos alcanzó una larga fila formada por una docena de hombres de amplia sonrisa, doblados de mochilas, ollas y carpas, que en adelante serán nuestros porteadores durante cinco días de agotador viaje.    Tras una leve caminata nos detenemos frente a Llactapata, las ruinas que sirvieron de control para todos los que se dirgían a Machu Picchu. Sus muros de defensa se dibujan hacia abajo mientras perdemos de visto el valle del Urubamba. Hacia el atardecer se avista nuestro campamento en Huayllabamba, último refugio de la rebelión de Manco Inca II contra la invasión española.

Al anochecer, Don Alfredo nos cuenta las desventuras de una esforzada irlandesa que se desplomó sobre él agotada, en la temida subida del abra de Warmiwañusca a 4,200 m de altura, el paso más alto del camino. Tuvo que cargarla durante horas como un bulto a l hombro y le quedó tan agradecida que hasta quiso casarse con él.

El Segundo Día

Al alba. El sol despunto refulgente iluminando la campiña cuzqueña Huaylllabamba se esfuma abajo, cuando entramos al bosque de quenoas, árboles de corteza encendido que sólo crecen en las alturas andinas. Se ven cubiertos de una planta epifíta llamada salvajina verdadera peluca de las calvas cortezas de los quenoales. El ambiente es de leyenda en los quenoales de Llulluchayoc.  A medida que subimos hacia las cumbres, sólo los pastizales de ichu y una larga fila de agotados caminantes se destacan en el paisaje. Cuando llegamos al poso, me siento en el techo del mundo.  A mis espaldas tengo las profundidades del Valle Sagrado en tanto que al frente,  aparece uno sucesión de valles verdísimos conocidos come el Valle de Silencio.  Descubro también en el rostro de los caminantes que van llegando, una sensación compartida de haber logrado una meta gloriosa. La primera escalera incaico, del ancho de uno calle, nos lleva cientos de metros hacia abajo hasta el campamento de Pacaymayo.

Tercer Día

Avanzamos sobre uno alfombro de granito inca, extendida sobre los bosques húmedos del Valle del Silencio. Retengo imágenes del atardecer en Pacaymayo. Un rayo solar formando tonalidades entre las nubes que se abren sobre los nevados de la cordillera de Vilcabamaba. 

Atrás queda el paso Runcuracay con sus ruinas circulares, también los imponentes muros de Saycamarca las ruinas de Wiñay Wayna, que casi rozan las coposas nubes sobre el tercer y último paso.  Me sorprende la verticalidad de los escalones de piedra devoradas por un paraíso vegetal. Los bosques rebosantes de vida, con pinceladas de orquídeas y concierto incluido de cientos de loros, nos conducen durante tres horas hasta las ruinas de Puyupatamarca, donde nos preparamos para pasar a última noche antes de nuestro encuentro con la ciudad sagrada.

LaCiudad Perdida

Al día siguiente el camino es plano, salpicado de bromelias y orquídeas. Una explanada lisa de 200 metros nos anuncia la llegada a Intipunku. Me invade una gran inquietud. Quiero recibir la imagen de Machu Picchu gloriosa. Y allá está.  Muy abajo, monumental entre las nubes débilmente iluminadas por el sol, aparece la ciudadela inseparable de su Huayna Picchu, velando siempre a su lado. Voy bajando entusiasta por una ancha avenido de piedra mientras capturo nuevos ángulos de un antiguo misterio. Entrando a la ciudadela Don Alfredo medita sobre una gran roca "No van alcanzar las velas para la torta", dice sonriente, cumplo 221 caminatas sobre el Camino del Inca. ¿Cuántas cree que cumpliré paro el año 2,000?"


Por Alejandro Balaguer
A¤o /Revista 1 , Pagina 8
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